sábado, 20 de junio de 2009

He suicidado a un ser



Sinceramente, debo decir que llegar al final del ovillo de lana roja puede ser doloroso. Ya no hay un impulso que te haga seguir. Es que ya no hay nada.
Pero de la nada conseguí mucho. Por un lado un cadáver, por otro un informe forense.
Ayer me senté a la mesa, observé a mis comensales, no eran muchos debo confesar, los mire a los ojos y dije: "Resolví el problema"
¿Cómo resolví el enigma? Me separe de mi cuerpo y pensé como el muerto, me odie a mi mismo como me odiaba el muerto, leí el diario que leía (y plagiaba) el muerto, oí al muerto, oí sus lúgubres melodías, comprendí todo, y mucho más.
Mientras regresaba a casa, Decidí que no había que velarlo, pues era un criminal. Solitario, que se aprovechaba de la benevolencia de crédulos, que sucumbían ante su imagen de Infeliz, desdichado y triste.
Después de cinco años de persecución, intentando comprender como ese ser despreciable mataba personas, fui yo quien, tan personificado y mimetizado, lo maté.
Su tumba ahora está en su propia habitación, ahí, debajo de la cama que tantos sueños absurdos generó. Lo enterré con su cuadernito lleno de textos plagiados de grandes literatos, su único par de medias, y las benditas tijeras, esas con la que desgarró tantas pieles. Esas, las mismas tijeras que le causaron la mente.
Mientras caminaba, con las manos en el bolsillo y muerto de frío, sabiendo que había yo matado a un ser comprendí todo, nuevamente, pero de manera correcta.
Lo único que busco desde su nacimiento era morir, buscaba personas que le tengan lástima y beneficiarse, tal un parásito, una garrapata.Necesitado, siempre fue un necesitado. Y yo fui quien le dio lo que necesitaba, la muerte.

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